sábado, 22 de mayo de 2010

BICENTENARIO



¿De dónde venimos y a dónde vamos?

Por Matías Cano
Alumno de tercer año de Polimodal

El 25 de mayo de 1810 tuvo lugar la primera gesta que marcaría a fuego la historia de nuestra patria: La Revolución de Mayo. El primer grito de libertad que dimos frente a la dominación. A pesar de esto, no fue el paso definitivo: habría que esperar hasta 1816 para declarar una independencia que tuvimos que defender con largos años de guerra. Aún así, no pudimos completar el sueño. Los realistas siguieron intentando restablecer el control sobre estas colonias y nos sumimos por una década en la cruenta lucha por la independencia. San Martin, Rivadavia, Alvear, Sarmiento, Rosas, Mitre, Avellaneda y podríamos seguir. Héroes y villanos en la misma historia.

Luego de la organización nacional, los conservadores tomaron las riendas hasta la ley Sáenz Peña, en 1912. En ese escenario político se llegó al 25 de mayo de 1910 cuando se cumplió el Centenario de la Revolución de Mayo. Este gran acontecimiento se festejó invitando a notables de diferentes nacionalidades y organizando todo tipo de eventos, tales como ceremonias civiles y religiosas, desfiles militares, congresos, banquetes, funciones de gala, entre otros. También se acercaron a nuestro país poetas y literatos, viajeros profesionales e invitados especiales que dejaron noticia de ese año excepcional. Pero no todo lo relacionado con esta fecha era alegría: durante la Semana de Mayo de 1910 se podía apreciar un fuerte descontento representado por protestas sociales que utilizando la presión policial y el Estado de Sitio fueron neutralizadas.
La Argentina, que se perfilaba como una potencia semejante a Estados Unidos, mostraba dos caras distintas en este festejo: la magnificencia del mismo por un lado y la tensión y represión social, por el otro. Decididamente un país así no podía prosperar. Aunque tradicionalmente se conozca este período por “las arcas llenas” o “las vacas gordas”, esa imagen estaba muy lejos de cumplirse, debido a la situación paupérrima de los trabajadores y la clase baja.
Desde entonces la cosa no ha cambiado mucho. En el poder, radicales, peronistas y militares. En la sociedad, los pobres diferenciados de los ricos por una brecha que se transforma cada día más en un abismo. Los rascacielos crecen a la par de las villas miseria. La economía, que nunca pudo evolucionar del modelo agroexportador, sufriendo siempre los vaivenes internacionales y en permanente crisis. El peso argentino, como siempre, en devaluación paulatina pero constante.
Hoy se cumple el Bicentenario de la Revolución de Mayo. ¿Hemos alcanzado el sueño de Moreno, Belgrano y tantos otros?
A 200 años de la gesta de un grupo de hombres que – más allá de sus intereses personales, sus defectos y dignidades – se atrevieron a pensar un futuro diferente en un momento dificultoso, nos cabe la obligación de pensar qué hacemos nosotros hoy. ¿Nos quedamos en la queja y en la desidia o buscamos salir adelante haciendo lo mejor que podemos la tarea que nos toca? Decididamente la primera afirmación parece prevalecer, porque a la luz de los resultados, preferimos tener una vida exitosa sin importar el bien común.
Resulta impensable cambiar todo un país y un pueblo, pero podríamos empezar por algo ¿no?
Los gobiernos tienen demasiadas deudas con el pueblo y todos tenemos demasiadas con nosotros mismos. La educación, la salud y la obra pública, el empleo, los problemas de infraestructura, la marginación y podríamos seguir. Parece imposible lograr revertir dos siglos de fracasos argentinos. Pero si nos unimos es seguro que se puede. Unámonos, argentinos, y luchemos por triunfar, porque por una vez podamos elegir un gobierno que vele por los habitantes de estas tierras, por llegar a ser un país libre definitivamente, estable y que le dé un trabajo digno a cada uno de sus hijos. Nos lo merecemos.
Sean eternos los laureles ¿Qué supimos conseguir?

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